«Creo que soy la peor persona de negocios que existe».
Hasta hace poco más de dos años, toda la vida había negado la idea de convertirme en un emprendedor, o lo que conocía como “una persona de negocios”.
Recuerdo perfecto en la universidad, compañeros míos que todo el tiempo estaban pensando en nuevas formas de generar una empresa, no faltaba el que quería abrir un antro, o un puesto de jugos, o incluso poner una máquina de cigarros dentro de la universidad.
Existen personas que tienen grabado en su ADN la necesidad de crear negocios, de buscar nuevas formas de generar dinero y encuentran oportunidades en todos lados.
Yo simplemente nunca fui uno de ellos.
En la universidad, me encontré el trabajo social, y mientras mis compañeros se emocionaban con las ganas de encontrar su propia mina de oro, a mí me emocionaba la idea de pasar un fin de semana en comunidades en condiciones de pobreza, trabajando junto a otros voluntarios y familias en condiciones vulnerables para tratar de mejorar, aunque fuera un poco, la situación de nuestro país.
Este sentimiento duró por más de 6 años, en los que yo dediqué mi tiempo completo a trabajar en lo que parece más alejado de los negocios que puede existir.
Hasta que, hace poco más de dos años, esto cambió.
De repente, me encontré pensando en la idea de crear empresas. Día y noche desde 2013, he dedicado mi vida no sólo a emprender, sino a inspirar a otros para que también lo hagan.
Muchas veces me he preguntado qué fue lo que pasó, cómo fue que fui de un extremo al otro. Nunca había podido identificar el detonante de este cambio, pero estaba seguro de que algo dentro de mí se tranformó.
No fue si no hasta la semana pasada, mientras estaba siendo entrevistado para el podcast “Hispano Entrepreneur,” que al responder la pregunta “¿Qué fue lo que te hizo empezar el camino del emprendimiento social?” que sin pensarlo, mi inconsciente dio la respuesta que todo este tiempo había estado buscando:
“Siempre había visto los negocios como una herramienta para generar dinero y ‘riquezas’ para uno mismo, cosa que nunca me atrajo en lo absoluto, sin embargo, cuando conocí el emprendimiento social, me di cuenta que existe un nuevo paradigma que plantea que los negocios pueden ser una herramienta para generar impacto positivo, fue ahí donde despertó dentro de mi el espíritu emprendedor.”
Con este cambio de paradigma en mi mente, todo cambió. Y es que me di cuenta que en realidad, al igual que con mi trabajo en las comunidades, si se emprende con el enfoque correcto se puede generar un impacto importante en la vida de los demás.
Fue solamente ahí cuando decidí que iba a cambiar mi rumbo para enfocarme en esto que había escuchado predicar en la universidad, el colegio y en mi familia.
En general la sociedad nos dice que la motivación de alguien para crear un negocio es generar riqueza, incluso en las universidades te enseñan que la principal prioridad de una empresa debe ser la utilidad.
Y es justo por eso que me considero el peor, o uno de los peores emprendedores del mundo, ya que aunque muchos de mis profesores y la sociedad en general ha tratado de enseñarme que me enfoque en crear empresas que generen dinero, yo no les he puesto atención.
Aprendí que si entendemos las utilidades como medio y no como fin, emprender puede ser la mejor estrategia para crear un impacto positivo en nuestro mundo.
La buena noticia es que al igual que yo, hay una gran cantidad de emprendedores que no pusimos atención por lo que somos: “ los peores emprendedores del mundo”.
Mi columna fue publicada originalmente en Soy Entrepreneur.
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